En Venezuela conocimos este año 2.010 la aplicación de un plan nacional de racionamiento eléctrico, debido a falta de mantenimiento de las plantas generadoras y que el gobierno quiso justificar con la sequia de inicios de año, pero ha llovido fuertemente en Agosto, y las fallas siguen lo cual desmiente el argumento gobiernero. Este plan de racionamiento, obligó a muchas empresas ha optimizar al máximo el uso de la electricidad, y los bombillos encendidos sin necesidad daban lugar a reprimendas del jefe. En una empresa que conozco, la gerente dió la orden de mantener apagada la luz de la cava de los refrescos, y, dias después cuando pasa por ese sitio, olvidando la orden previa, reclama por la obscuridad del sitio, y los empleados no entendieron la molestosa contraorden. Esa situación da origen a este post, porque la causa de ese cruce de órdenes, es la informalidad: la orden no pasó a formar parte de ningún manual o registro de funciones, por lo que quedó en la tipica orden informal verbal, y si hay un Manual de funciones se aclaran todas las dudas sobre el responsable de hacer una tarea. Y, esa manera informal de trabajar no deberia existir en pleno siglo XXI, pero existe. Se olvida esa gerente, que las cosas se olvidan, o se hacen irregularmente, si no quedan en un Manual de Funciones.
Por muy pequeña que sea una empresa, debe contar con un manual de funciones que detalle las funciones y tareas exactas a cumplir para que se obtenga el nivel esperado de rentabilidad y productividad de los recursos materiales y humanos comprometidos en el proceso productivo. Esto evita inconvenientes tales como:
(1) Retrabajos porque la misma tarea es ejecutada por varios empleados, (2) Improductividad derivada de discusiones innecesarias para determinar a quién le corresponde hacer una tarea, (3) Mal servicio derivado de tareas mal especificadas que se dejaron de hacer, (4) Reprimendas injustas al reclamar a personas a quienes no les correspondia hacer la tarea, (5) Tareas sin realizar, o hechas a destiempo, por no estar definidas las responsabilidades, y evitar la conocida respuesta: "eso no me toca hacerlo a mi".
Trabajando felices es entonces una estrategia planificada, donde primeramente tienen que estar perfectamente definidas las tareas a realizar, en un manual que puede ser objeto de permanente revisión y perfeccionamiento.